La historia de los regímenes monetarios (o de los regímenes cambiarios) es, necesariamente, la del comercio y la inversión internacionales y la de los esfuerzos para que tengan éxito. Los niveles de deuda soberana y el producto interior bruto (PIB) también son importantes en el grado de volatilidad de una moneda. Un tipo de cambio es simplemente el precio de una moneda frente a otra. Cuando los grupos de naciones de una zona común comercian con varias monedas, su fluctuación podría impedir o favorecer el comercio, según la perspectiva de cada parte.
El valor del dinero está en función de la economía de un país, de la política monetaria y fiscal, de la política y de la opinión de los operadores que lo compran y lo venden en función de su opinión sobre los acontecimientos que podrían afectar a su valor. A riesgo de simplificar demasiado, la intención de un mecanismo monetario es promover el flujo de comercio e inversión con una fricción mínima o, dependiendo del país, la consecución de una mayor disciplina fiscal y monetaria (mayor estabilidad monetaria, pleno empleo y menor volatilidad del tipo de cambio) de la que se produciría de otro modo. Este ha sido el objetivo de una Unión Europea (UE) integrada.
Cuando dos o más países utilizan la misma moneda bajo el control de una autoridad monetaria común o vinculan sus divisas por diversos medios, han entrado en un régimen monetario. El espectro de acuerdos va más o menos de un régimen fijo a uno flexible. Los anclajes monetarios actuales pueden ser el U.S. el dólar, el euro o una cesta de divisas. También es posible que no haya ningún tipo de ancla.
Regímenes de moneda fija — Dolarización — Un país utiliza la moneda de otro como medio de cambio, heredando la credibilidad de la moneda de ese país, pero no su solvencia. Algunos ejemplos son Panamá, El Salvador y Timor Oriental. Este enfoque puede imponer la disciplina fiscal.
Unión monetaria (o unión de monedas): Varios países comparten una moneda común. Al igual que con la dolarización, un régimen de este tipo no logra imponer la solvencia, ya que las finanzas de algunas naciones son más despilfarradoras que las de otras. Los ejemplos son la eurozona (actual) y las uniones monetarias latina y escandinava (desaparecidas).
Caja de conversión: Un acuerdo institucional para emitir una moneda local respaldada por una extranjera. Hong Kong es un buen ejemplo. La Autoridad Monetaria de Hong Kong (HKMA) mantiene reservas en dólares para cubrir las reservas bancarias en dólares de Hong Kong y el dinero en circulación. Esto impone una disciplina fiscal, pero la HKMA no puede actuar como prestamista de última instancia, a diferencia de un banco central.
Paridad fija: El tipo de cambio está vinculado a una moneda única o a una cesta de monedas con una banda de fluctuación permitida de +/- uno por ciento. No hay compromiso legislativo con la paridad y existe un objetivo discrecional de reservas de divisas. Ejemplos: Argentina, Venezuela y Rusia.
Zona objetivo: Son similares al acuerdo de paridad fija, pero con bandas algo más amplias (+/- dos por ciento), lo que permite a la autoridad monetaria una mayor discreción. Algunos ejemplos son la República Eslovaca y Siria.
Peg activo y pasivo: América Latina, en la década de 1980, fue un ejemplo paradigmático. Los tipos de cambio se ajustarían para seguir el ritmo de las tasas de inflación y evitar una corrida del U.S. reservas en dólares (crawl pasivo). Un rastreo activo implica anunciar el tipo de cambio con antelación y aplicar los cambios de forma escalonada, en un esfuerzo por manipular las expectativas de inflación. Otros ejemplos son China e Irán.
Paridad fija con banda de fluctuación: Un acuerdo de paridad fija con mayor flexibilidad para permitir la salida de la paridad fija o permitir a la autoridad monetaria una mayor latitud en la ejecución de la política, como en Costa Rica.
Flotación gestionada (o flotación sucia): Un país sigue una política de intervención flexible para lograr el pleno empleo o la estabilidad de los precios, con una invitación implícita a otros países con los que mantiene relaciones comerciales para que respondan del mismo modo. Ejemplos: Camboya o Ucrania (anclados al USD) o Colombia y Singapur (anclados o no a una cesta de monedas.)
Flotación independiente (o cambio flotante): Los tipos de cambio están sujetos a las fuerzas del mercado. La autoridad monetaria puede intervenir para lograr o mantener la estabilidad de los precios. Ejemplos: la U.S., Australia, Suiza y el Reino Unido.
Regímenes monetarios flexibles
Los regímenes monetarios pueden ser tanto formales como informales. El primero conlleva un tratado y unas condiciones de adhesión. Pueden implicar un límite a la deuda soberana del país candidato como porcentaje del producto interior bruto o de su déficit presupuestario. Estas fueron las condiciones del Tratado de Maastricht de 1991 durante la larga marcha hacia la formación definitiva del euro. El sistema de fijación de la moneda es algo menos formal. De hecho, los regímenes mencionados forman un continuo y las autoridades monetarias han tomado decisiones de política que podrían entrar en más de una de estas categorías (cambio de régimen). Piense en el Acuerdo del Plaza de mediados de los años ochenta, adoptado para rebajar la U.S. Dólar en un esfuerzo por combatir los altos déficits comerciales. Esta conducta es atípica de un régimen de moneda de libre flotación.
Los regímenes monetarios se han formado para facilitar el comercio y la inversión, gestionar la hiperinflación o formar uniones políticas. Con una moneda común, lo ideal es que los países miembros sacrifiquen la política monetaria independiente en favor de un compromiso de estabilidad de precios general. La unión política y fiscal suele ser un requisito previo para el éxito de la unión monetaria, en la que, por ejemplo, el aceite de oliva se fabrica en Grecia y se envía a Irlanda sin necesidad de que los importadores o exportadores empleen coberturas para fijar tipos de cambio favorables y así controlar los costes empresariales.
Mientras el interminable vaivén de la Unión Monetaria Europea se desarrolla a diario, la historia de los regímenes monetarios ha sido accidentada, marcada tanto por el éxito como por el fracaso. A continuación, una breve historia de las más destacadas, disueltas y existentes.
Unión Monetaria Latina (UML): Este intento de unión monetaria de mediados del siglo XIX supuso la vinculación de Francia, Bélgica, Suiza e Italia con el franco francés, que era convertible en plata y oro (un patrón bimetálico) y constituía un medio de cambio común para las naciones participantes que mantenían sus respectivas monedas en paridad.
La falta de un banco central único con una política monetaria asociada resultó ser la perdición de la unión. También lo hizo el hecho de que las tesorerías de los miembros de la unión acuñaran monedas de oro y plata con una restricción de acuñación por capital y una falta de uniformidad en el contenido metálico que provocó presiones de precios sobre los dos metales preciosos y una falta de libre circulación de la especie. Sin embargo, al llegar la Primera Guerra Mundial, la unión había terminado.
Unión Monetaria Escandinava (SMU): Primero Suecia y Dinamarca, y poco después Noruega, se adhirieron a una unión monetaria en torno a 1873 con el objetivo último de formar una asociación política y económica. Todos los países se adhirieron a un estándar de plata, aceptando las monedas de los demás. Para evitar el fracaso de la UML, las tres acabaron siendo canjeables por una cantidad fija de oro.
Después de unas tres décadas, esta unión también se deshizo cuando Noruega declaró su independencia política de Suecia y Dinamarca adoptó controles de capital más restrictivos. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, cada uno de los tres miembros adoptó sus propias políticas monetarias y fiscales, ya que no existía un acuerdo vinculante para coordinar las políticas monetarias y fiscales.
El franco CFA: En efecto, desde 1945, varios países que fueron colonias francesas en África central y occidental están vinculados al Tesoro francés, antes mediante el franco francés, ahora mediante el euro.
Bélgica y Luxemburgo: Cada país mantiene su propia moneda, pero ambas monedas tienen curso legal en cualquiera de ellos. El Banco Central de Bélgica dirige la política monetaria de ambos países. Esta unión está en vigor desde 1921.
Implicaciones
Aunque estén vinculadas de alguna manera por un tipo de cambio fijo o una unidad monetaria común, las economías de los distintos miembros de un régimen monetario están en función de su política local y su política económica. Algunas naciones soportan menos deuda soberana que otras y pueden ser llamadas a apoyar a los miembros más débiles. En general, esta disparidad no es un buen presagio para la unidad monetaria que refleja el carácter mixto de lo que puede parecer a veces una desunión monetaria. Una desconexión entre las políticas monetarias comunes y las políticas fiscales localizadas podría ejercer presión sobre un bloque monetario regional, haciendo caer el valor de la unidad monetaria. Este hecho podría ser un buen augurio para los exportadores, suponiendo un entorno comercial sólido.
Las decisiones de asignación de los inversores institucionales y particulares deben seguir estando en función de la exposición buscada de acuerdo con sus objetivos y limitaciones. Dada la posible volatilidad de una moneda común como consecuencia de las distintas condiciones de las economías de sus miembros, o de las particularidades de un régimen monetario, los inversores pueden considerar la posibilidad de cubrir su exposición. La investigación fundamental (bottom up/top down) sobre las empresas, sus mercados, tanto mundiales como nacionales, también desempeñaría un papel fundamental.
El resultado final
Los regímenes monetarios son dinámicos y complejos, y reflejan el panorama siempre cambiante de las políticas monetarias y fiscales de sus respectivos países. Un estudio más profundo de los mismos ayudará a los inversores a comprender su impacto en la gestión del riesgo y en las decisiones de asignación de activos en el proceso de gestión de la cartera.
Fuentes del artículo
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