Las instalaciones de transporte, electricidad y agua son bienes públicos que benefician a todos los miembros de la economía, y la provisión de estos bienes por parte del gobierno es fundamental para la economía. No es una conclusión controvertida. Sin embargo, los proyectos de infraestructuras se suelen promocionar como excelentes métodos de estímulo fiscal, independientemente de los beneficios de los productos finales que generan. Esta afirmación requiere un mayor escrutinio porque la eficacia de los proyectos de infraestructura como estímulo económico no es tan clara como los beneficios de la infraestructura que producen.
Este escrutinio es doblemente importante porque los proyectos de infraestructuras son especialmente atractivos para los políticos como forma de estímulo fiscal. Las extensas obras de construcción que crea el gasto en infraestructuras son un recordatorio visible para los votantes de que el gobierno está trabajando para hacer frente a una crisis. Esto significa que los ciudadanos preocupados deben ser conscientes de los puntos fuertes y débiles de las infraestructuras como forma de estímulo, ya que los políticos pueden optar por ellas debido a su poder como señal política.
También es importante tener en cuenta que la cuestión no es si el gasto en infraestructuras impulsa la economía, sino si lo hace mejor que otras formas alternativas de estímulo fiscal.
En general, la evidencia empírica es que el gasto en infraestructuras tiene un efecto estimulante sobre el Producto Interior Bruto (PIB) mayor que otros tipos de gasto. Sin embargo, su eficacia como estímulo no está exenta de advertencias. En la práctica, sólo puede alcanzar este nivel de eficacia en circunstancias muy concretas, lo que limita su uso a determinados casos.
Conclusiones clave
- Las infraestructuras son una forma popular de estímulo fiscal porque producen resultados muy visibles que los políticos pueden mostrar a los votantes.
- Las pruebas demuestran que las infraestructuras pueden crear un importante estímulo económico, incluso en comparación con otras formas de gasto.
- Sin embargo, las limitaciones prácticas del funcionamiento del gasto de estímulo limitan su eficacia fuera de ciertas circunstancias.
Teoría del estímulo a las infraestructuras
La idea del gasto en infraestructuras como estímulo económico tiene sus raíces en la economía keynesiana. En la teoría keynesiana, cuando se produce una recesión, la economía puede quedar atrapada con un alto nivel de desempleo sostenido y un PIB estancado durante un período prolongado debido a una deficiencia de la demanda agregada. Cuando los consumidores y las empresas compran menos cosas, las empresas pierden trabajadores despedidos de las ventas, esos trabajadores compran menos, y el ciclo continúa de forma autosostenida.
Según los keynesianos, una opción para hacer frente a esta situación es que el gobierno supla directamente la falta de demanda del sector privado sustituyéndola por una demanda del sector público financiada con gasto deficitario. En el sentido más amplio, este gasto puede ser realmente en cualquier cosa. Keynes creó un experimento mental para demostrar que, si el desempleo fuera lo suficientemente extremo, sería un estímulo útil para la economía simplemente enterrar botellas de dinero en una mina de carbón y dejar que la gente las desenterrara. Aunque a menudo se interpreta erróneamente como una sugerencia literal, lo que se pretendía era mostrar que cualquier forma de estímulo fiscal podía tener un efecto positivo para cerrar la brecha de producción en la economía. Como dijo el propio Keynes, „sería más sensato construir casas y cosas por el estilo”.”
La eficacia del estímulo para cerrar la brecha de producción depende del efecto multiplicador. El efecto multiplicador es un nombre para el hecho de que cada dólar de gasto gubernamental crea una cantidad adicional de gasto del sector privado. Por ejemplo, el gobierno contrata a una persona para construir una carretera, esa persona sale y gasta dinero en una tienda, cuyo dueño contrata más trabajadores con el dinero, y así sucesivamente. El tamaño de este efecto depende de dónde se gasten esos dólares, si los dólares se dan a personas que van a ahorrarlos, entonces el efecto multiplicador será pequeño, pero si el gobierno da esos dólares a personas que los gastarán, permitiendo que fluyan en la economía, entonces el multiplicador será mayor. Esto puede permitir que un estímulo fiscal tenga un efecto significativamente mayor en la economía que el simple número de dólares gastados por el gobierno, permitiendo sacar a la economía de la recesión y minimizando el gasto deficitario.
Impacto económico del estímulo a las infraestructuras
Estimaciones recientes de la Oficina Presupuestaria del Congreso y un meta-análisis de los resultados empíricos de la investigación económica sugieren que el gasto de inversión pública tiene un efecto estimulante sobre los componentes del gasto privado del PIB y tiene un mayor impacto en el PIB a través del efecto multiplicador que otros tipos de gasto. Sobre el papel, el efecto agregado del gasto en infraestructuras parecería una opción atractiva para el estímulo fiscal.
Sin embargo, si el objetivo es revertir los efectos de un choque económico negativo mediante la estimulación de la economía, los defensores del estímulo económico suelen estar de acuerdo en tres principios sobre cómo debe ser el gasto de estímulo, más allá del mero tamaño del multiplicador en las mejores circunstancias. Para ser más eficaz, un estímulo debe serlo:
- Oportuno – Para detener una economía que se encuentra en una rápida espiral descendente, el gasto de estímulo debe entrar rápidamente en la economía. Los programas de gasto que tardan meses o años en completarse pueden tardar demasiado en tener un impacto oportuno. Los retrasos en el gasto no sólo podrían reducir el impacto en una crisis económica actual, sino que incluso podrían ser contraproducentes si llegan demasiado tarde y contribuyen a recalentar la economía.
- Dirigido a – Para estimular la economía, el gasto debe llegar a manos de personas que lo gasten rápidamente para multiplicar su impacto. Por lo general, se trata de los hogares de menores ingresos y de las personas más perjudicadas económicamente por la recesión. Los beneficiarios que ahorran el dinero o lo utilizan para pagar la deuda existente pueden anular el propósito de estimular nuevos gastos, y el efecto multiplicador del estímulo disminuye.
- Temporal – El gasto de estímulo debe limitarse al periodo en que se necesita para hacer frente a una recesión. De lo contrario, los aumentos permanentes del gasto deficitario pueden conducir a una deuda pública insostenible, desplazar el gasto de inversión privada o crear distorsiones microeconómicas indeseables en la economía.
¿Cómo se puede estimular la infraestructura en este caso?? Aunque la investigación empírica sugiere que el gasto en infraestructuras puede tener un fuerte efecto multiplicador en general en las mejores condiciones, cumplir estos criterios puede ser un reto.
Los proyectos de construcción de infraestructuras pueden tardar algunos trimestres o algunos años en ponerse en marcha debido al retraso en su ejecución. Esto significa que el estímulo puede no ser oportuno, independientemente de su impacto total. El gasto en construcción tiende a alcanzar su punto máximo años después de que se inicie un proyecto, momento en el que la economía suele estar ya recuperada. Esto puede crear un patrón procíclico, en el que el gasto se mantiene durante el tiempo en que la economía está sufriendo y luego sobreestimula la economía durante los momentos en que no es necesario. En este caso, el gran efecto multiplicador asociado a este tipo de gasto puede ser contraproducente, exagerando en lugar de suavizar los ciclos económicos. Aunque haya proyectos de infraestructuras listos para ser financiados en su totalidad en el momento de la crisis, sólo hay un número limitado de ellos. Esto significa que sólo hay un número determinado de proyectos de infraestructura que podrían ser útiles como estímulo.
Dado que el gasto en infraestructuras suele ser de una cantidad presupuestada específica para financiar proyectos concretos, a primera vista tiende a cumplir el criterio de ser temporal, aunque los sobrecostes y otros problemas pueden alargarlo. Una advertencia es que las infraestructuras influyen mucho en los patrones de desarrollo económico regional. Si las infraestructuras se construyen únicamente con el fin de proporcionar un estímulo económico, y no porque proporcionen los cambios que deseamos en el desarrollo económico regional, podrían causar importantes efectos negativos a largo plazo. Esto es doblemente importante, ya que la infraestructura podría apresurarse para proporcionar un estímulo oportuno de una manera que no considere las implicaciones a largo plazo. Esto limita aún más el estímulo de las infraestructuras a los proyectos que ya están muy desarrollados.
Por último, orientar el gasto en infraestructuras de forma efectiva para cumplir los objetivos macroeconómicos puede ser problemático. Este gasto tiende a dirigirse inevitablemente a la industria de la construcción pesada, que puede o no verse especialmente afectada en una recesión determinada. Además, la inversión en capital fijo, como las infraestructuras, está necesariamente muy localizada; no hay razón para esperar que la distribución regional de las necesidades de infraestructuras coincida con la distribución geográfica del impacto de una recesión.
Esto puede crear una tensión entre el objetivo del estímulo económico y la necesidad pública real de la infraestructura. Además, varios estudios han demostrado que, en la práctica, la distribución del gasto en infraestructuras relacionado con el estímulo suele estar muy influida por consideraciones políticas y electorales, más que por cualquiera de estos dos objetivos. Aunque esto puede hacer que el gasto en infraestructuras sea muy atractivo para los responsables políticos, puede ir en contra de los objetivos económicos de la política.
Infraestructuras: Un poderoso estímulo, pero sólo en algunos casos
La conclusión es que, en determinadas circunstancias, el gasto en infraestructuras puede estimular agregados macroeconómicos amplios como el PIB o el empleo total. Sin embargo, dado que los proyectos de infraestructuras tardan mucho tiempo en ponerse en marcha, no siempre pueden proporcionar un estímulo a tiempo para ayudar durante una recesión. En segundo lugar, si las infraestructuras se precipitan y se saltan las fases de planificación para tratar de ofrecer un estímulo más oportuno, podría tener consecuencias negativas duraderas para las economías regionales que perjudican mucho después de que la recesión haya terminado.Esto significa que, para que el estímulo fiscal sea eficaz, el Gobierno tendría que financiar proyectos ya planificados e iniciados, de los que sólo hay un número limitado. Por ello, las infraestructuras se ven aún más limitadas como instrumento de estímulo, ya que los proyectos existentes deben situarse en las regiones más afectadas por la recesión, lo que limita aún más las opciones. Por último, la recesión tiene que haber afectado a sectores como la construcción y la industria pesada que participan en la creación de infraestructuras, o de lo contrario el estímulo no se dirigirá a las personas que más lo necesitan. Su fuerte efecto multiplicador significa que el estímulo puede ser una poderosa herramienta de estímulo, pero estas consideraciones significan que sólo puede desplegarse eficazmente de forma muy limitada. Si se ignoran estas consideraciones, las infraestructuras se convierten en una herramienta de política fiscal menos que ideal, o incluso posiblemente contraproducente.
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