En los años 80, la economía de Japón era la envidia del mundo. Creció a pasos agigantados, aparentemente dispuesta a pasar por encima de la U.S. para convertirse en la mayor economía del mundo. Pero entonces no lo hizo. Una burbuja de activos que se había acumulado durante la década de 1980 estalló en 1990, haciendo que la economía japonesa se tambalease. Esto empujó a la economía japonesa a un período de estancamiento y deflación prolongados, un período conocido como la „Década Perdida”, ahora plural, que ha continuado hasta nuestros días.
Mientras tanto, el Banco de Japón (BOJ) y el gobierno nipón han ensayado un sinfín de medidas diferentes para poner en marcha la economía. Por ejemplo, el Banco de Japón fue el primer banco central que aplicó el Quantitative Easing (QE), una política monetaria de compra de activos, que pretendía llevar los tipos de interés a largo plazo a niveles cercanos a cero. El segundo gobierno de Shinzo Abe, que asumió el poder en 2012, introdujo los tres programas de „Abenomics” para tratar de reactivar la economía. Se trata de una política monetaria agresivamente expansiva, un mayor gasto público y cambios en la regulación para aumentar el comercio y el crecimiento.
Aunque estas políticas evitaron que la economía japonesa cayera en una recesión prolongada o incluso en una depresión, no consiguieron sacarla del estancamiento.
Para agravar los problemas de la economía japonesa, la propagación de la pandemia de Covid-19 en 2020-21 perjudicó gravemente su economía. Por ejemplo, el PIB real disminuyó a una tasa anualizada de más del 32% en el segundo trimestre de 2020, antes de recuperarse sólo un poco más del 20% en el siguiente trimestre, con subidas y bajadas más suaves en los siguientes trimestres. El PIB japonés, en el tercer trimestre de 2021, sigue estando por debajo de los niveles anteriores a la pandemia.
De cara a 2022, la economía japonesa se enfrenta a varios retos, como mantener la recuperación económica, diversificar las inversiones fuera de China y abordar sus problemas demográficos.
Puntos clave
- Desde 1990, la economía japonesa ha sufrido un estancamiento económico, y el COVID-19 ha empeorado la situación.
- La recuperación de Japón de la pandemia de COVID-19 es incompleta, y mantenerla será fundamental.
- Los problemas de la cadena de suministro, el aumento de los costes laborales y las cuestiones políticas han puesto de manifiesto los problemas de la dependencia de Japón de China como base de sus inversiones en el sector manufacturero.
- Con una baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población, el sistema de seguridad social de Japón está bajo presión y sufre escasez de mano de obra.
Mantener la recuperación
Al igual que otros países desarrollados de todo el mundo, los responsables políticos de Japón han tratado de mantener la recuperación económica con estímulos fiscales, como un paquete de estímulo de 1 billón de dólares que fue instituido por el gobierno japonés en la primavera de 2021, que Kishida, ha acordado continuar y complementar con un nuevo presupuesto de 944 mil millones de dólares para el año fiscal 2022.
Pero mantener la recuperación económica no ha sido fácil en todo el mundo debido a los cuellos de botella de la cadena de suministro y las fricciones del mercado laboral, que crean desajustes temporales entre la demanda y la oferta de la economía. Como resultado, el crecimiento económico se ha ralentizado, ya que los precios de los bienes y servicios se han disparado, especialmente el precio de los alimentos y la energía
Aunque el aumento de los precios de los alimentos y la energía es un problema para todos los países, es aún más grave para Japón, que depende en gran medida de las importaciones de petróleo para satisfacer sus necesidades energéticas. Los altos precios del petróleo se llevan una buena parte de los presupuestos domésticos, deprimiendo aún más el gasto de los consumidores, el principal factor del estancamiento del país durante tres décadas. Sin embargo, la inflación general sigue siendo baja, rozando la deflación. Los precios al consumo subieron a una tasa anual del 0.1% en octubre, igual que en septiembre, y muy por debajo del objetivo del 2% del Banco de Japón, que lleva años luchando por cumplir.
Diversificación de las inversiones fuera de China
Durante años, China fue un foco de inversión manufacturera para Japón. La mano de obra barata de China ha solucionado la escasez de mano de obra de Japón, ayudando a sus fabricantes a seguir siendo competitivos en la economía mundial. Mientras tanto, China se convierte en un importante mercado para los productos japoneses.
En los últimos años, las cosas han cambiado por un par de razones. Una de ellas es que la mano de obra de China ya no es barata, ya que el país se enfrenta a su propia escasez de mano de obra, lo que erosiona su ventaja competitiva. En 2018, la mano de obra manufacturera de China cuesta 5.51 dólares por hora, muy por encima de los 4 dólares.45 en México, y 2.73 en Vietnam.
En segundo lugar, las renovadas tensiones entre ambos países por la agresiva expansión de China en el Mar de China Meridional y las maniobras militares cerca de Taiwán.
Cómo abordar el problema demográfico de Japón
La demografía es un problema social y económico crónico para Japón. Desde la década de 1970, las tasas de natalidad en Japón se han desplomado. Esto significa que menos jóvenes se incorporan a la población activa, lo que provoca un descenso del potencial productivo del país.
La falta de jóvenes, combinada con una esperanza de vida muy larga, crea una tasa de dependencia muy desfavorable. Es la relación entre el número de personas que cotizan a la seguridad social y el número de jubilados que cobran. Como resultado, el fondo de la seguridad social tiene déficits, que el gobierno japonés debe cubrir con su presupuesto fiscal. Por ejemplo, el presupuesto fiscal de 2022 asigna 660.000 millones de yenes para compensar un déficit en el fondo de la seguridad social, frente a una estimación inicial de 480.000 millones de yenes. Este déficit se cubre con la emisión de deuda, y la deuda nacional de Japón se sitúa actualmente en el 266% del PIB, la proporción más alta del mundo desarrollado
Pero solucionar los problemas demográficos no es algo que pueda abordarse rápida o fácilmente. Requiere cambios estructurales en la economía japonesa y en el sistema de inmigración.
El resultado final: Perspectivas de Japón
Japón se enfrenta a retos cíclicos y estructurales al comenzar el nuevo año. Sus retos cíclicos son los cuellos de botella de la cadena de suministro mundial y las fricciones del mercado laboral, que siguen presionando a la baja su economía mientras se esfuerza por recuperarse de la recesión mundial.
Los retos estructurales están relacionados con la desaceleración económica de tres décadas asociada al estallido de múltiples burbujas de activos en 1990 y al descenso de la natalidad, que crean escasez de mano de obra y una tasa de dependencia desfavorable.
Fuentes del artículo
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